lunes, 25 de marzo de 2013

Brahim

37º 35' 20" N
4º 24' 00" O
Con la iluminación del atardecer, el Castillo de Alcaudete adquiere otra dimensión. Se apropia completamente del espacio, y es en ese momento cuando destaca como verdadero contraste frente a su entorno. Pero durante una buena parte del día esa mole podría pasar inadvertida, si se la acomoda a la tonalidad almagre de la inmensidad del horizonte a sus espaldas. Cuando llegó Brahim a esta villa jienense, y despuésde que el árbitro señalara el inicio del encuentro, su menudo cuerpo pasó demasiadas veces inadvertido. Pero solo cuando la pelota se posó en su bota izquierda, o en la derecha, el juego adquirió otra dimensión, que se prevé que vaya ganando en iluminación al paso que la genética vaya haciendo su trabajo.

Brahim Abdelkader Díaz (Málaga, 3/8/1999) lleva toda la vida jugando con niños mayores que él. El motivo esencial, al contrario de lo que suele ocurrir, no es que a unas buenas cualidades técnicas sume  un físico más desarrollado que el de sus coetáneos. En su caso es la presunción de que estamos ante un elegido la que motiva que haya jugado siempre uno o dos escalones por encima.

Siendo infantil de último año, Brahim suele ocupar titularidad en el cadete A del Málaga. En esta ocasión, por el contrario, viajó con chicos de su edad para disputar la ida de los cuartos de final del Campeonato de Andalucia, en el que compiten selecciones provinciales.  Pero cualquiera lo diría.


En un primer plano, y con el brazalete de capitán llevado con semejante porte, el mediapunta malagueño ya transmitía que estábamos ante un jugador especial. Desprendía responsabilidad y madurez en su gesto, y tras posar para la instantánea de grupo se alzó y arengando a sus compañeros se perdió literalmente en un mar de piernas. El físico se impone a esas edades, sobre todo en las elecciones de los técnicos. Brahim era el más pequeño de sus compañeros, con gran diferencia en muchos casos (a su amigo y compañero Youssef apenas le llega al pecho).

La selección de Jaén, una tierra de esmerados trabajadores del campo, cuenta con chicos de gran presencia que nunca eludieron el contacto. Desde el primer minuto, la tónica fue el desorden motivado por lo extraordinario del evento. La efusividad con la que se emplearon los locales solo la puede explicar que para ellos, y ante su gente, ese era el partido del año, o de sus cortas vidas.

Si ante esa presión ya era difícil aguantar dos segundos con la pelota controlada, qué podía decir Brahim. Superado en lo físico por los caprichos del desarrollo, además tenía que aguantar la marca de dos o, en algunas ocasiones, de hasta tres rivales.  Y antes de detenernos en lo esencial, vale la pena atender a su permanente actitud ante tal escenario.

Brahim no le pierde la cara nunca a un partido. En este caso, el frío de Alcaudete sería un condicionante mínimo. Mientras uno se protegía clavando bien las manos en los bolsillos del abrigo, apoyado en la baranda del anonimato de una de las esquinas del campo, el menudo diez de Málaga no eludía ningún combate físico. Solo tiene trece años y cómo se puede sentir tanto el fútbol.

Irónicamente, esa admirable lucha desigual se tornaba en cada acción en una encomiable labor de esmero. Porque ya llegará el día en que deje atrás el combate desde la inferioridad y sea la pelota la que domine el discurso. Mientras, en medio del campo minado, algo brilló un instante.

Nunca como a estas edades se puede disfrutar de un escenario tan variopinto desde lo desigual. La fiebre competitiva del profesionalismo difícilmente lo permitiría, y ese calado traspasa en muchas ocasiones hasta divisiones muy bajas. En este caso, la lucha en un mismo terreno se puede observar a diferentes escalas, pero la ironía del juego otorga al dueño del metro cuadrado un dominio a una escala mayor.

Parece que el fútbol necesita de deportistas híper desarrollados en los físico para reducir espacios a una mayor velocidad. Pero siempre acaba apareciendo un ejemplo más bien menudo que a partir de la habilidad supera ese cerco y hace cambiar el plano, y rompe con la idea establecida. 

Pegado a la línea de cal derecha, en su propio campo, Brahim recogió la pelota con otro mar de piernas por delante y por detrás. Ese es el universo que le rodeaba en 60 metros cuadrados. Como un equilibrista, desafiando cualquier ley física, aceleró y encontró lo que sería una vía de escape invisible para la mayoría de los mortales. Quiebro hacia fuera, quiebro hacia dentro y de nuevo hacia fuera, camino libre y apertura hacia el lado contrario.

Unos segundos después, vuelta a la locura de una partido de infantiles. Y así debe ser.

De los destellos que le pasan a uno por la mente mientras camina y deja  el campo a sus espaldas, es ese control preciso y acelerado del espacio el que vuelve una y otra vez, en medio de ese caos que la imagen del partido deja en su conjunto.

Solo el criterio formativo nos permite observar duelos semejantes. La habilidad enjaulada entre físicos más desarrollados, que a esta edad tienen una clara ventaja para conseguir resultados favorables. Así que son la sapiencia y la fe quienes guían el camino de aquellos que pasarán de ser los más débiles a ser considerados decisivos. O la ilusión de que con el paso del tiempo la progresión de Brahim adquiera otra dimensión.

Brahim (Campeonato de Andalucía Infantil Selecciones Provinciales | Jaén-Málaga |)


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