lunes, 17 de febrero de 2014

Fernando Cano



39° 30′ 10″ N
0° 26′ 26″ W
A resguardo de la voracidad de la inmediatez, se va formando con aparente sigilo el jugador que representa la identidad clave del fútbol español. Demasiado técnico pero tan poca cosa al principio que al menos ya no se pierde en el desprecio que antecede al descarte. Se deja ahí, en algún lugar de los escalafones, hasta que asome en el momento donde verdaderamente llegan los que valen, sin que ya el tamaño importe.

La Ciudad Deportiva de Paterna ha vivido épocas, más o menos recientes, y de más cartel. Aquel juvenil con Silva, Sisi o Pallardó; años después con Isco, Carles Gil, Portu, Joel o Cifo. Incluso la quinta siguiente, la de Alcácer y Bernat, que fueron internacionales desde una edad incipiente y que dentro del club viajaban por delante de su generación.

Con la venta o cesión de algunos de los canteranos con más cartel pudo quedar la sensación de que la Ciudad Deportiva del Valencia se quedaba huérfana de ese relumbrón que proyectan en la ilusión del aficionado esos nombres de los que tanto se habla y que están por llegar. O tal vez esto fuera solo una apariencia.

Rubén Baraja, una de las figuras del club en los años de grandeza, hasta la mitad de la década pasada, se forma actualmente como técnico en las inferiores de la entidad. Dirige al Juvenil A, que lidera con claridad el Grupo 7 de la División de Honor. El vallisoletano maneja un plantel del que tan solo Alberto Tendillo, con alguna aparición con la selección Sub-19, ha tenido cierto eco últimamente. Pero el fútbol se cuenta mejor cuando se observa, y de esa forma se demuestra que Baraja trabaja con un equipo que le puede plantar cara  a cualquiera de los líderes de sus grupos con los que se podría encontrar en la Copa de Campeones.

El secreto mejor guardado de Baraja


Es un conjunto que transmite solvencia y que guarda algunos secretos. La firmeza de Tendillo en la zaga, puede explicar algo de la primera cualidad de un equipo con las ideas claras que transmite su preparador. Algo a lo que ayuda y da vuelo Mikey, el hispano-británico, un mediocentro con buenta técnica y llegada. La alas, con un versátil David Martínez y el pequeño e imaginativo Nacho Gil –sí, es el hermano pequeño de Carles Gil, internacional Sub-21 y cedido en el Elche–, que juega a pierna cambiada en la izquierda, son una magnífica antesala para el rincón que mejor domina Borja, el delantero centro de Requena, un punta zurdo que no se cansa de acumular estadísticas.

Pero en el interior del triángulo que forman esos tres estiletes se mueve, jugando a ser Messi, Fernando Cano (Valencia, 14/2/1995). Como escondido así por el propio técnico, el menudo mediapunta zurdo se dedica a dejar partido a partido detalles de un talento que ha emergido de algún lugar apartado, entre los bastidores del propio club. Su nombre estaría anotado por algún lado, a la espera de una afirmación física que le diera la preponderancia en el juego y que ahora comienza a observarse.

Su calidad ya es algo evidente, y aunque no alcanzará la precisión y la velocidad del genio rosarino, Cano coquetea con esa forma de conducir el balón, con los brazos caídos, pegados al cuerpo, y con la forma en que la pelota reposa en los pies, con esa contradictoria y simultánea imagen de dejadez y de ansia por jugar. El mediapunta hace las veces de organizador, pero también le da por acelerar, y llegar. Como si representara la evolución de los roles del Messi a la inversa –siempre se ha dicho que el jugador del Barcelona acabará jugando en una posición más retrasada–.

Todavía es juvenil. Es cierto. Aunque lo que sí es sensato remarcar es que posiblemente la importancia que hoy tiene en el liderazgo del primer equipo juvenil valencianista no la había alcanzado hasta ahora. En una generación de zurdos, como es la del 95 en Valencia, primero salió del club Alejandro Grimaldo, para marcharse a Barcelona, y luego el talento y el desarrollo físico de Salva Ruiz y Gayá se proyectaron hacia categorías mayores, dentro de la entidad. En esa generación, Cano era un talento que ante la energía dominante debía preservarse hasta que alcanzara su momento. Solo cabía esperarle mientras estuviera allí.

Fernando Cano, con el diez, en un encuentro de Liga con el Juvenil A.

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